Disfrutábamos explorando nuestra sexualidad, al menos debíamos probar algo una vez para saber si nos gustaba y si debíamos añadirlo a nuestro repertorio erótico u obviarlo definitivamente.
Una tarde, hablando de algunas de esas cosas que nos gustaría probar, Carlos parecía inusualmente tímido, hasta que por fin lo dijo: “me gustaría probar el pegging, ir más allá de un dedo en el ano, ¿qué te parecería?”
PREPARÁNDONOS PARA EL PEGGING
Sonreí pícaramente mientras asentía con la cabeza, yo también lo había pensado alguna vez, por mera curiosidad, aunque me parecía excitante tenerle a mi merced de una manera diferente. Esa misma tarde fuimos a la tienda erótica habitual y tras mucho mirar, compramos el arnés y el dildo que más nos atrajo. No se trataba de buscar lo más grande, sino lo que más cómodos nos hiciera sentir a ambos.
Antes de llegar a casa ya estábamos excitados con la idea. Me quemaba la bolsa en la mano, sólo pensaba en desembalarlo, ponérmelo y comenzar a jugar. Carlos estaba a mil, por el camino me había ido metiendo mano, y al entrar en el ascensor su cadera presionó mi pelvis, descubriéndome las ganas que tenía de darlo todo en ese mismo momento.
Decidimos poner un poco de calma a nuestro calentón; era una práctica nueva y requería mayor preparación que otros de nuestros experimentos. Con pausa, pero sin perder la mirada del otro, nos desnudamos ya en la habitación. Los besos terminaron de encender el fuego que nos ardía bajo la piel, y los dedos acariciando la piel ofrecían descargas placenteras en cada poro.
Nos tumbamos en la cama y Carlos se internó entre mis piernas, lamiendo mis labios y mi clítoris, que palpitaba a estas alturas. A los pocos minutos, un intenso orgasmo salió de mis labios en cuanto introdujo sus dedos en mi vagina y ano, haciendo que un escalofrío me recorriera por completo.
ANSIAS DE PEGGING
Era mi turno, y tenía más ganas que antes de hacerle vibrar de placer. Acariciaba su cuerpo con una mano mientras la otra recorría su erección con delicadeza. Quería hacerle sufrir un poquito, hacérselo desear, ir aumentando su excitación hasta lograr una apoteósica explosión de placer.
Llevé los labios a su pene y lo besé. Comencé a lamerle y succionarle levemente a un ritmo lento pero constante. Saqué el lubricante de la mesilla, apliqué un poco en mis dedos y comencé a acariciarle el ano suavemente; de vez en cuando introducía la primera falange de uno de ellos, jugueteando con pequeños círculos, y notando cómo su excitado esfínter aceptaba con más ganas mis penetraciones.
Incrementé el juego, sin dejar de devorar su cálida erección, introduciendo un dedo completo; lo dejaba dentro y hacía ligeros movimientos, lo sacaba y volvía a empezar. Así, primero un dedo, luego dos, luego tres… Y luego su súplica: “hazlo, fóllame, lo estoy deseando. No me hagas sufrir más y dame lo que quiero”.
ESTRENÁNDONOS
¿Cómo negarse? Me coloqué el arnés, lubriqué el dildo y puse la punta de éste contra su ano —allá vamos, pegging—. Con sus piernas elevadas tenía acceso completo para jugar con él, acariciaba su pene mientras introducía lentamente el dildo, percibiendo en su cara cómo descubría nuevas sensaciones placenteras. Su piel se erizó y sus manos estrujaron mi pecho.
En cuanto el dildo hubo entrado del todo, y tras unos segundos inmóvil, comencé el movimiento de cadera contra su culo, penetrándole con calma, disfrutando de su expresión, de la contracción de sus músculos, de los pequeños espasmos de su erección que reposaba contra su pelvis, de sus labios humedecidos por su lengua.
Me agarré a sus muslos y bombeé sin pausa, hasta el momento en que fue él el que bombeó su orgasmo sobre su piel. Su cuerpo daba alguna sacudida tras la explosión, y mi cadera se resistía a liberar su ano, continuando con penetraciones más lentas, pero sin parar, alargando su sonrisa de placer, y notando sus manos clavadas en mi culo.
Con tanto vaivén de cadera, sus gemidos, su expresión de placer y el morbo que me daba aquello, me escurrían las ganas por los muslos, ansiosa de que Carlos las apaciguara. Pero eso es otra historia…
Deja una respuesta