La virginidad es un tema que ha suscitado infinidad de debates, y supone una historia milenaria de control de la sexualidad y la libertad, especialmente de las mujeres. Pero, ¿qué pasaría si te digo que la virginidad no existe, que no es más que un constructo social?
LA VIRGINIDAD Y SU SESGO
La virginidad se ha entendido, históricamente, como la abstinencia sexual; ya fuera por motivos sociales o religiosos, una persona se mantenía «casta» hasta el matrimonio. Cualquier actividad sexual fuera de este contexto, o sin la intención de procrear aun dentro del matrimonio, era algo muy mal visto. Herencia del catolicismo —muy relevante en la sociedad española—, pero también presente en otras religiones como el islam o el hinduismo.
Este peso histórico de la virginidad ha pendido sobre la cabeza de las mujeres, pues que un hombre tuviera sexo con otras personas no sólo no era socialmente condenable, sino que podía entenderse como natural —pobres, no podían controlarse—. Mientras que la mujer debía permanecer pura y virginal, e ignorante hacia los placeres carnales más allá de lo que su esposo (cuando lo tuviera) requiriera, su pretendiente/marido podía cepillarse a toda la aldea sin que nadie se ruborizara.
CÓMO DEFINIMOS VIRGINIDAD
La virginidad, o el término «virgen» puede tener diversas definiciones. Desde aquellas que aluden de una u otra forma a la figura religiosa, la que habla de tierras de cultivo, o la que se refiere a la sexualidad. En esta última, la RAE dice literalmente: Persona que no ha tenido relaciones sexuales.
Aunque la RAE habla de relaciones sexuales sin especificar, resulta muy común entender la virginidad como no haber tenido relaciones con penetración. Muy probablemente, al igual que yo en su momento, has fechado tu primera vez en aquel momento en el que tuviste sexo con penetración (vaginal o anal) por primera vez, sin contar con todo lo que pudieras haber hecho antes.
Este asunto resulta muy controvertido; más allá de entender o no la necesidad de guardar una castidad hasta un momento vital concreto, encontramos diferentes formas de verlo.
EL CONSTRUCTO SOCIAL DE LA VIRGINIDAD
La virginidad es un constructo social. Esto quiere decir que es algo que, como sociedad, nos hemos sacado de la manga. No se trata de algo médico, ni científico, ni puede demostrarse irrefutablemente. Aunque haya grupos sociales que sí tengan el convencimiento de poder determinar si alguien —no alguien, una mujer, recordemos que los hombres no tienen el mismo hándicap— es virgen o no, los sistemas de verificación son surrealistas (MaryAsexora lo cuenta muy bien).
Se toma el himen como representante del virgo. La vida de una mujer cis puede cambiar en cuestión de segundos por el estado de una fina membrana y la benevolencia, o no, de quien debe comprobarlo. Debes saber que el himen puede romperse con una caída, o permanecer intacto aun habiendo habido penetración. Pero al margen de esto, creer que la virginidad parte de la penetración vaginal, únicamente, es una visión muy limitada de la sexualidad, ¿no crees?
PERDIENDO LA VIRGINIDAD
Comúnmente, cuando se habla de la pérdida de la virginidad, hacemos alusión a la primera vez, la primera relación sexual con penetración vaginal. Esto seguramente te ha pasado, como a mí. Durante mucho tiempo hemos desarrollado una visión heteronormativa y coitocentrista de la sexualidad, donde podíamos hacer muchas cosas, pero no se perdía la virginidad hasta que una práctica concreta entraba en juego.
Es una visión reduccionista de la sexualidad, creando colateralmente la creencia de que existen prácticas sexuales de primera y de segunda. Como si un encuentro con sexo oral y masturbación —lo que se ha calificado mal como preliminares— fuera incompleto, y otro que sólo tuviera penetración fuera la cumbre de la expresión sexual.
Si te pregunto a qué edad perdiste la virginidad, lo más probable es que me digas los años que tenías la primera vez que tuviste sexo con penetración; y no cualquiera, sino una que implicara un pene.
UNA VISIÓN MÁS DIVERSA
Esa visión clásica, de la que se hablaba en los dos talleres de educación sexual que tuve en todos mis años de colegio e instituto, la hemos extrapolado a toda la sociedad. No solemos tener en cuenta ni la masturbación mutua, ni el sexo oral, ni tampoco que hay personas que jamás interaccionan con un pene o con una vagina ajena.
¿Sólo se pierde la virginidad si hay un pene en la ecuación? ¿Una persona con vagina que tenga relaciones con otra con vagina, es virgen? ¿Por qué el ano no tiene el mismo halo virginal que la vagina? ¿Qué pasa si una persona jamás tiene relaciones con penetración, pero es pro en sexo oral o masturbación mutua, será virgen siempre?
No sólo es necesario desmitificar la virginidad, sino perder esa costumbre que tenemos muchas veces, al menos las personas cishetero, de ver la sexualidad desde un prisma tradicionalista donde la penetración es lo único que cuenta como sexo; siendo todo lo demás el aderezo que le ponemos a las patatas, un mero acompañamiento que por si solo se nos antoja insuficiente.
Perder la virginidad puede ser penetración con un pene, pero también con un juguete, practicar sexo oral, masturbarse con otra persona o incluso rozarse efusivamente si así se quiere pensar.
VISTO ASÍ…
El término virgen es, a diferencia de lo que hemos pensado muchas veces, bastante subjetivo. Nadie más que tú puedes determinar cuándo perdiste la virginidad y con qué práctica erótica fue. Al ser un constructo social, no existe una escala de medición estandarizada. Quizá tomes la fecha en la que tuviste sexo con penetración por primera vez, o cuando tuvisteis sexo oral, o quizá aquella vez que os masturbasteis mientras hablabais por un chat…
Si ahora volviera a preguntarte sobre cuándo perdiste la virginidad, siguiendo la definición de la RAE para virgen —persona que no ha tenido relaciones sexuales—, y tuviéramos en cuenta lo anterior, ¿cuántos años tenías? ¿Tu respuesta ha cambiado? La mía sí lo ha hecho. Y créeme, ha sido un shock ser consciente de ello.
¿EXISTE UNA FECHA PARA PERDER LA VIRGINIDAD?
Es común encontrarse con esta pregunta. Muchas personas sienten la presión de grupo, sea literal o figurada, para perder la virginidad. Como si hacerlo con una edad determinada fuera un triunfo, y después de esa edad, un fracaso.
Partamos de lo anteriormente dicho, que la virginidad no existe. Y si existiera, debería contemplar todas las prácticas eróticas compartidas. También es importante ser conscientes de que no existe una edad ideal, ni una edad máxima a la que debe haberse perdido; nadie te va a quitar puntos vitales por ser virgen a los 50.
El momento ideal para perder la virginidad, con la práctica erótica que sea, es sentir que es el momento. Que mental y físicamente nos vemos preparades para ello, contamos con una persona en la misma sintonía con quien ponerlo en práctica, y tenemos los conocimientos en salud sexual necesarios para ello (esto último no siempre se da, por desgracia…).
No importa que se tengas 17, 25, 46 o 87 años. A diferencia de lo que el entorno pueda hacerte creer en algún momento, perder la virginidad no te hace mejor, ni más cool; y no haberla perdido cuando «deberías» haberlo hecho, no te hace menos que nadie. Debes respetar tus tiempos, tus ganas y las circunstancias. Tampoco pasa nada si no quieres perderla nunca, tu validez como persona no cambia por rozar genital ajeno.
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