Un beso en el hombro me despertó de mi sueño. Delicado, lento, con todas las intenciones impresas en mi piel a través de sus labios. Uno llevó a otro, y ese a otro que, pronto, encontraron nuevas zonas que estimular.
Un beso en el hombro me despertó. Fue sencillo, discreto pero, de alguna manera, lo suficientemente intenso para que mi cuerpo decidiera rechazar su sueño para sumarse al juego. Con media sonrisa me saludó en mi despertar, dando por entendido por mi leve acercamiento que quería que continuara.
Sus labios recorrieron el resto de mi hombro y se mudaron al cuello. Su mano derecha, mientras, se acercó a acariciar mi cintura. Yo enredé mi pierna derecha entre las suyas, entrando al juego y rozando levemente sus genitales en el proceso. Su mano descendió de la cintura y bajó hacia mi culo, agarrando la nalga y acercando mi cuerpo al suyo. Mis labios probaron los suyos por fin, fundiéndose en un beso tan intenso que noté cómo mi vagina lubricaba de la envidia.
Se incorporó y se colocó sobre mí. Retuvo mis muñecas con sus manos y con sus rodillas separó mis piernas. Expuesta, excitada, expectante… Tanta palabra con X; pero es que hasta yo formaba una. Lamió mi cuello hasta coronar mis pechos. En cuanto llegó a ellos, mordió con suavidad cada uno de los pezones, dando un pequeño tirón extra al que sabe que tengo más sensible. Mi cuerpo ya ondeaba, buscando más, más juego, más contacto, buscándolo todo.
Por un momento se detuvo. Extrajo de la mesilla ese juego de esposas que teníamos pendientes de probar, y me esposó con las manos en la nuca. La media sonrisa apareció de nuevo en su rostro, y no pude por menos que imitarla en el mío. Me derretía entre las piernas con sólo imaginar lo que venía. Con sus manos ya liberadas, se aferró a mis pechos y los masajeó con intensidad, siempre dedicando un par de dedos para pellizcar los pezones a la vez.
Su rodilla se acercó a mi vulva, y la situó lo suficientemente cerca para que, según como me moviera, pudiera sentir su presencia. Ansiosa por más, movía las caderas rítmicamente, intentando acercarme más y más para poder masturbarme contra ella. Cuando lograba contacto, mi respiración se hacía más intensa, y un ligero gemido salía de mis labios cerrados.
Un beso en el hombro, donde había empezado todo, puso en marcha un viaje al sur. Separó mis piernas y deslizó dos dedos de cada mano por la ingle y el interior de los muslos, navegando sin rumbo. Me revolvía intentando hacer que se desviaran y tocaran «tierra» de una vez, pero no lo conseguía. Suspiré, fijé la mirada en sus ojos y puse carita de súplica. La compasión ganó la partida, y dejó que sus dedos buscaran terrenos más jugosos.
Una leve caricia sobre mi húmeda vulva, que goteaba profusamente hacia el perineo, hizo que mi cuerpo diera un respingo y mis labios se abrieran con un intenso suspiro de satisfacción. Ese tipo de satisfacción que sólo sientes cuando logras algo que llevas deseando mucho tiempo. La que sentía con sus dedos reconociendo la zona. Otro respingo cuando dos dedos entraron en mi vagina, y otro mayor cuando el pulgar rozó el clítoris por primera vez. Con un movimiento lento, ondulante y profundo, sus dedos se desenvolvían con gran habilidad en mi interior; el exterior tampoco tenía queja alguna.
Gemía suavemente, siguiendo el ritmo de sus dedos en mi cuerpo, ondeando la cadera y clavando el culo en la cama en los breves momentos que intensificaba el gesto. Sentía dentro toda su energía, y apenas eran dos dedos los que me llenaban. Anhelaba más. Acercó sus labios a mi cuello y, justo antes de morderme el lóbulo de la oreja me susurró: «¿Lo quieres?». Sus dedos comenzaron a moverse con más intensidad tras la pregunta, lo que hizo que mi «¡Sí, por favor!» de respuesta fuera acompañada de un sonoro gemido.
Metió de nuevo la mano en la mesilla, y sacó un dildo que teníamos en etapa de pruebas, antes de hacer la review. Lo acercó a mi vulva y la recorrió, como haciendo presentaciones. Con una mirada le dije que estaba lista, y poco a poco lo introdujo en mi vagina. El dildo, de un tamaño bastante normativo, tenía un diseño muy estimulante, y su mano, con movimientos ondulantes, hacía que llegara como tenía que llegar, y la velocidad que debía hacerlo. Primero lento, más rápido después.
Descendió sus labios, en contacto con mis labios más húmedos a estas alturas, y mordisqueó poco a poco cada sección que se metía en la boca. La lengua no tardó en encontrar camino al clítoris, y deleitarme con un intenso baile. Un ritmo constante que rozaba justo como debía hacerlo. Mi cuerpo, ya para entonces, se debatía entre mover las caderas, clavarlas contra la cama, o reaccionar con inesperados espasmos que me removían entera. Mi cuerpo estaba pidiendo pista para despegar.
Su mano izquierda haciendo maravillas con el dildo en mi vagina, su lengua bailando al son de mi clítoris, mi respiración agitada, los gemidos cada vez más sonoros, mi cuerpo cada vez más descontrolado y, de pronto, esa media sonrisa de nuevo, mirándome fijamente. Asentí como pude entre toda esta feria de sensaciones y, de un solo movimiento, introdujo hasta el fondo su dedo gordo, ya lubricado con mis jugos, en mi ano.
Una sensación eléctrica me recorrió el cuerpo. Lo quería, y me lo estaba dando. Todo lo quería, y todo me lo daba. Sus manos y su lengua se acompasaron, haciendo que todos sus pequeños apéndices dieran todo de sí, llevándome a lo más alto de esta montaña rusa. Más y más alto, más y más profundo, más y más fuerte, más y más placer.
Y el orgasmo llegó con fiereza. Mi cuerpo se sacudió violentamente, gemía tan alto como me era posible, la respiración se cortaba a momentos, reteniéndola para darle intensidad a lo que estaba sintiendo. Las última sacudidas culminaron con mimos en los muslos.
Mientras mi cuerpo se tranquilizaba, se entretuvo relamiendo mi vulva, bebiendo de mí y el placer que había provocado con sus actos. Desató mis manos y se tumbó a mi lado. Entonces, me dio un beso en el hombro.
Un beso en el hombro me despertó de mi sueño. Delicado, lento, con todas las intenciones impresas en mi piel a través de sus labios. Uno llevó a otro, y ese a otro que, pronto… Espera, ¿esto no ha pasado ya, hace un momento de hecho? ¿Lo he soñado, o se trata de un deja vú de lo más espectacular? Sea como sea, dejaré que ese beso en el hombro continúe lo que ha empezado…

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