Llevábamos meses deseando las vacaciones, poder salir de la ciudad y desaparecer durante unos días sin interrupciones, sin trabajo, sin compromisos sociales; solo nosotros dos, reconectando.
No teníamos muchos planes una vez llegáramos, iríamos sobre la marcha, sin presiones. Y menos mal que fue así.
COMENZANDO LAS VACACIONES
Hicimos el registro y subimos a la habitación. Al entrar tiramos el equipaje y cotilleamos la estancia; era más amplia de lo que parecía en las fotos y la decoración era una fuente de inspiración para nuestras morbosas mentes. Un cabecero acristalado que reflejaba a la perfección todo cuanto se ponía delante, una bañera diseñada para el pecado, un sofá con muchas posibilidades… Cada minuto que pasaba estábamos más convencidos de que no saldríamos mucho de aquella habitación.
Salí al balcón para apreciar las vistas, pelear por una visión directa al mar había merecido la pena. Con la mirada centrada en el horizonte sentí la presencia de Javi, después sus manos rodeando mi cintura, y a los pocos segundos ya se me erizaba la piel con sus besos en la nuca.
El viaje había sido largo, pero la sensación de paz y lo rápido que corría nuestra imaginación apagaban el cansancio para activar la excitación. Besitos, caricias, roces por encima de la ropa que iban en aumento, cada vez incidiendo más sobre nuestras zonas favoritas.
Me giré hacia Javi y le pedí que se sentara en el sillón de la terraza. Desabroché mis pantalones y bajé hasta encontrarme cara a cara con su pelvis, le miré con una sonrisa en los labios y comencé a jugar con su creciente erección tras liberarla.
SUBE EL CALOR
Mi lengua, boca y manos abarcaban cada centímetro accesible, y él acariciaba mi pelo y mi espalda hasta encontrarse con mi culo. Un azote inesperado me hizo gemir, y desearle aún más. Seguí comiéndole hasta que me dijo que no aguantaba más, en ese momento me ayudo a levantar y me invitó a sentarme sobre él.
La brisa marina nos rozaba la piel perlada por el sudor, el movimiento de nuestras caderas no cesaba y los músculos se contraían buscando más roce del ya existente. Las vacaciones no podían haber empezado mejor.
«Quiero follarte mirando al mar», me dijo Javi. Y con las mismas nos levantamos y apoyamos en el muro exterior de la terraza, arqueé la espalda y le noté entrar pausado y firme, penetrando profundamente con ese amor que sólo he sentido con él. Sus dulces embestidas, la preciosa vista, el sol poniéndose, sus manos en mis caderas, las mías entre las piernas. Hubiera querido que aquel momento durara eternamente.
Acelera el ritmo de su pelvis; resuena en la terraza el choque de su cuerpo contra el mío y los gemidos que escapan de nuestras bocas. Jadeamos con intensidad deseando encontrarnos en el nirvana orgásmico.
Mi cuerpo explota, me corro sin aviso previo. Las piernas me tiemblan y me aferro con fuerza al muro de la terraza. Me folla con fuerza, sin parar, y un nuevo orgasmo me sorprende. Dejo caer mi cuerpo sobre el muro, ya sin energía; sus manos acarician mi culo y su erección me libera. Aún está erecto, coloca su pene entre mis nalgas y con pocos movimientos éste explota su orgasmo sobre mi espalda.
Nos quedamos abrazados tal como estábamos, contemplando las vistas antes de entrar a darnos una ducha. Mejor descansar un poco, porque ambos sabemos cómo acabaremos en el baño…
Uff este relato en un hotel es la fantasía de muchas