La música suena de fondo; una melodía evocadora que hace aflorar la poca energía que me queda hoy. Me muevo al ritmo, contoneando las caderas, subiendo y bajando los brazos, girando por la casa. Voy cargando las pilas y despertando del letargo en el que llevo días inmersa. Mi cuerpo habla por sí mismo, y dejaré que decida lo que desea.
Los pies me guían, recorriendo cada habitación dedicándole un baile a cada elemento. Poco tiene que ver mi consciencia, es la energía en carga la que gestiona cada movimiento, yo simplemente me dejo llevar. Imagino amantes invisibles contra una pared, y rozo el culo como lo haría de ser reales. Busco con mi cuerpo el roce de cualquier superficie, necesito percibir otro tacto además del mío.
Giro, giro sin perder el ritmo, y voy despojándome de cuanto coarta mi movimiento. Los zapatos, los pantalones, suelo mi pelo, abro mi camisa, giro y giro. Una mano roza el pecho y lo encuentra tenso, con los pezones erectos del movimiento armónico que me posee. No dejo de moverme, conquisto cada habitación y aumento el roce contra lo que encuentro; el marco de la puerta, la pared del pasillo, el sofá, la silla de escritorio… Como en celo, mi cuerpo busca contacto, satisfacción, éxtasis.
Me inclino sobre el escritorio siguiendo el ritmo de la música con las caderas, imagino unas manos que se aferran a mi culo y, tras acariciarlo, lo azotan. Reproduzco esa parte, llevo las manos a mis nalgas y azoto ambas con fuerza, inclinándome más sobre la mesa al sentir vibrar todo mi mundo bajo la cintura.
Apoyo el cuerpo por completo, sintiendo el frío del cristal contra mi pecho y los pezones queriendo crecer más de lo que la piel les permite. Llevo una mano entre las piernas y dejo que mis dedos se pierdan a través de mis labios, recogiendo la humedad que ya ha calado las bragas, y regocijándose en ella entre gemido y gemido.
Azoto de nuevo mi culo sin dejar de masturbarme, y con cada azote embisto la mesa, dando forma a esa fantasía que me invade la mente. Ese cuerpo imaginario que se aprieta contra mí, que me llena las entrañas de calor, que me azota con fuerza y respira fuerte en mi nuca.
Gimo, gimo de nuevo, y un escalofrío me sube del vientre al cuello. Abro más las piernas e invito a la otra mano a jugar entre ellas. Los dedos se pierden en mi vagina, otros provocan al clítoris, mi garganta expele jadeos cada vez más intensos, como intensas son las pequeñas sacudidas que me recorren. Pequeñas pero en aumento, creciendo en cada oleada, haciéndome masturbarme con más y más rapidez, con ansia incluso.
El deseo de un orgasmo liberador, de un amante imaginario que me acompaña al éxtasis, de un calor que me recorre y la humedad que me brota. Muevo rápida y furiosamente los dedos, y a los pocos segundos los lleno de un orgasmo líquido.
Descanso sobre la mesa y una vibración recorre mi culo. ¿Amante imaginario, eres tú…?
Irina dice
¡Que interesante!