Experiencias en el hotel (continuación de Primera tarde en el hotel) – Relato erótico

Experiencias en el hotel es una continuación del relato erótico: Primera tarde en el Hotel.

Javi y yo llevábamos tres días en el hotel, y apenas habíamos salido de la habitación para las comidas y un breve paseo una noche.

Quizá no tuviera mucho sentido recorrerse medio país para ir de vacaciones si al final te vas a quedar teniendo experiencias en el hotel, para eso podríamos habernos ahorrado dinero yendo a un sitio más cercano. Pero sinceramente, no habría sido lo mismo, era necesaria esa ruptura de espacio y encontrarnos en un sitio extraño para poder liberar lo que habíamos postergado durante meses.

EXPERIENCIAS EN EL HOTEL

Al segundo día ya habíamos recorrido cada rincón de la habitación entre caricias, juegos y embestidas. Aun así, aún nos quedaban muchas formas de disfrutar de aquella habitación, y repetir alguna de ellas no sería un problema; a fuerza de repetir, sale mejor, si es que tal cosa era posible.

La mañana del tercer día nos atrevimos a bajar a la piscina. Hablo de atreverse porque viendo cómo estábamos nos costaba aguantar el viaje en ascensor sin meternos mano, y no era plan de montar un espectáculo entre las hamacas. Por decoro, más que por falta de motivación.

Tras un baño nos tumbamos al sol, por aquello de poder tener pruebas de que habíamos estado de vacaciones, pero nuestra mente, siempre tan activa y pervertida, ya estaba maquinando maneras de liberar ese erotismo que nos tenía abrumados.

Boca abajo me quité la parte superior del bikini y comencé a leer el libro que llevaba, más de postureo que porque tuviera pensado leérmelo en ese momento. Con las manos bajo el pecho, jugueteaba con los pezones, lo suficiente para que Javi se percatara de lo que estaba haciendo, pero sin montar un escándalo.

Le veía cada vez más tenso, como conteniendo las ganas de arrancarme la braga del bikini y comerme el culo allí mismo. Eso me motivaba mucho más, y pasé de acariciar a pellizcar los pezones, moviendo a la vez levemente las caderas, llamando la atención hacia mi culo. “Demasiado sol, nos vamos”, dijo Javi. Y con la toalla hecha un gurruño en la entrepierna, se levantó y comenzó a caminar. Le seguí, sabiendo que el calor que le atacaba poco tenía que ver con el sol.

CORRIENDO HACIA EL PLACER

Al entrar en el ascensor se apretó contra mí y coló dos dedos entre mis piernas. A estas alturas eso no me era suficiente, y con un gesto rápido liberé y di cobijo a su erección. Su pelvis comenzó a moverse furiosa, penetrándome con dureza mientras el ascensor nos acercaba más a la intimidad de nuestra habitación.

Salimos del ascensor aún unidos en nuestra pasión, y caminamos lento hacia nuestra puerta. Aprovechábamos cada rincón oscuro del pasillo para intensificar nuestro erótico baile antes de proseguir el camino.

Nada más entrar en la habitación, Javi me puso contra la pared e internó su lengua entre mis nalgas. Mis manos se clavaban en el papel pintado mientras notaba sus dedos complementar el trabajo de su lengua. Se movía hábilmente, sabía cómo y dónde lamer y tocar, el ritmo, la presión, la profundidad. Me corrí en sus dedos, sintiendo cómo mi humedad fluía por los muslos.

Javi se incorporó y me mordió la nuca a la vez que acariciaba mis nalgas. Antes de que siquiera insinuara nada, coloqué una mano en cada una y las separé, dándole acceso directo a donde deseaba entrar.

Con gran delicadeza colocó el glande en mi ano y comenzó lentamente a penetrar. La piel se me erizaba y las sensaciones, debido al morbo de la situación, eran más intensas que otras veces. Comenzó a penetrar con más ritmo, pero sin perder suavidad. Entre embestidas azotaba mi culo con la fuerza justa, haciendo que mis gemidos fueran cada vez más altos y profundos.

Se aferró a mis caderas, yo me equilibré en la pared, y me folló duro hasta que un sonido gutural salió de su garganta y su orgasmo me inundó.

15 minutos habíamos aguantado en la piscina antes de tener más experiencias en el hotel, pero la huida había merecido mucho la pena. Como, sin duda, lo hizo el resto de nuestra estancia.