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Cuando nos iniciamos en los primeros encuentros eróticos nos gusta pensar que lo sabemos todo. Y como lo sabemos todo, no atendemos a sugerencias, no escuchamos, no preguntamos. Lo que, inevitablemente, se traduce en experiencias poco o nada satisfactorias, al menos para una de las personas implicadas.
La prepotencia del desconocimiento
Nada tan atrevido como la ignorancia. Y de eso hacemos gala, muchas veces, cuando tenemos los primeros encuentros eróticos. Quién más quién menos ha ido de máster del universo en algún momento, intentando hacer ver que sabía más de lo que realmente conocía.
Creyendo que fingir conocimiento se traduce en la llave mágica del placer, en realidad nos lleva a frustraciones, insatisfacciones, faltas de comunicación y sinceridad y, si no andamos con ojo, a posibles disfunciones. Pero claro, ¿qué más da si «lo sabes todo«, no?
¿Por qué se finge experiencia?
Gran parte de la culpa viene por una ausente educación sexual, pero también por el consumo de porno (como si fuera la Wikipedia del sexo) y la presión social y de grupo.
El estigma de la virginidad también influye. A partir de determinada edad, no siempre claramente definida, se da por sentado que tienes que haber tenido sexo con otra persona, sexo con penetración además o de lo contrario no se considera suficiente para perder el virgo, si no lo has hecho los dedos te apuntan, las miradas te siguen y los cuchicheos llevan tu nombre.
En lugar de respetar los tiempos de cada cual, empujamos como sociedad a que alguien sienta esa presión hasta que, tras sucumbir, implantamos una nueva meta para que no se quede atrás de nuevo. Un ciclo constante que es muy difícil de parar, en especial en los primeros años experiencias sexuales.
Si no sabes, finge hasta que sepas
Creemos que es mejor para nuestra reputación fingir que atrevernos a preguntar. Da igual la edad que tengamos o la experiencia previa. Si aun con un largo recorrido vivencial seguimos yendo de lo que no somos, ¿cómo esperar que las almas más jóvenes no lo hagan?
El fingir hasta que se aprenda no debería ser un mantra a seguir. Cuando se trata de la sexualidad, el fingir nos puede llevar a caminos oscuros que no queremos conocer, en todos los sentidos que abarca el hecho de fingir.
La falta de honestidad no es una buena base para los primeros encuentros eróticos, sean del cariz que sean, y menospreciar la opinión o sentimientos de otra persona durante su práctica, con la excusa de que «yo soy quien sabe» (cuando seguramente no tienes ni puñetera idea además), es de ser muy prepotente y…gilipollas.
Educación sexual autodidacta
Ser autodidacta, en muchos ámbitos, es fantástico. Serlo en el sexo también es genial, pero para adquirir ciertos conocimientos no basta con que te cierres a una sola fuente (como sería fundar tu vida sexual en lo que pasa en el porno), sino que precisas recurrir a diferentes fuentes de información, probar lo aprendido, consultar a quien tenga mayores conocimientos, comunicarte durante las «prácticas» para tener un feedback que te ayude a mejorar o afianzar conocimientos…
En resumen, no creerte que esto es Matrix y que con que cargues un vídeo ya has asimilado conocimientos milenarios.
Uno de los puntos fuertes que debería tener alguien autodidacta es la humildad. Saber cuando algo está fuera de su control, cuando necesita más información o consultar otras opiniones. Cuándo el «quita, que yo sé hacerlo» está absolutamente fuera de lugar y cuándo es mínimamente oportuno. Pero cuando hablamos de sexualidad, hay que ser muy consciente de qué nos incumbe directamente, y qué no debemos cuestionar en ningún momento; como lo que desea, siente y excita a otra persona.
Finge menos, escucha más
Partamos de que tú no deberías cuestionar la sexualidad de nadie ni sus conocimientos o experiencia. Quizá si lo hacemos como sociedad, dejaremos de presionar a sus miembros para que tengan que fingir lo que no saben.
Sé, oh, claro que lo sé, que en algunos momentos la presión de grupo puede ser más fuertes que nuestra fuerza de voluntad, y que nos descubramos hablando de cosas que no hemos hecho nunca. La imaginación es muy poderosa, pero no dejes que te envuelva tanto que pierdas el norte de la realidad, tu realidad.
Ir de máster del sexo con tu grupo de amistad o gente random no es algo que te recomendaría, no te traerá nada bueno y si no andas con ojo te pueden pillar en la mentira. Pero te aconsejo, desde lo más profundo de mi ser, es que no mientas a tu amante. No vaciles como si lo supieras todo; si la cosa no va muy allá para ti igual no significa nada, pero la otra persona puede llegar a pensar que algo va mal en su cuerpo, que no sabe «tener relaciones» u otros clics mentales que pueden derivar en, cuanto menos, inseguridades que arrastrará por largo tiempo.
Escucha, no sólo sus palabras sino también su cuerpo. Pregunta, habla, comunica lo que sientes. No hace falta que relates cada vivencia que has tenido o no, pero tampoco mientas. Creerte mejor por fingir experiencia en tus primeros encuentros eróticos no dará nada bueno, ni a ti ni a la otra persona.
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