Sexualidad cíclica
Que un día no haya ganas, pero otro nos subamos por las paredes y exhalemos sexualidad por cada poro, a mi parecer, es mucho más emocionante. La sorpresa, la novedad, la incertidumbre, la pausa, la inconsciencia, la distancia, el arrebato, lo inesperado, intenso, pasional… Sin lugar a dudas aspectos mucho más interesantes (y excitantes) que la «seguridad» de un polvo mediocre, ¿o no?
Y con eso de que la sexualidad es cíclica, y un reflejo del resto de ámbitos de nuestra vida, con gran frecuencia el deseo, el erotismo, la sensualidad, las sensaciones, la intensidad…el sexo en general, se ve alterado cuando, por ejemplo, vivimos un proceso depresivo o ansioso. Y si ya de por sí es algo obvio, por desgracia lo conozco de primera mano.
Pero hasta hace unos meses, no fui realmente consciente de en qué medida puede afectar el estado mental y emocional al placer. El orgasmo que enmudeció.
Experiencia
El año pasado fue complicado a nivel personal (el ámbito profesional te lo conoces mejor), y estuve dando los primeros pasos para superar la depresión con la que empecé el 2018, y posteriormente para lidiar con la ansiedad que, lamentablemente, no he logrado eliminar (aún) en el grado deseado. Sucedió acabando el verano cuando, irónicamente, sentía menos ansiedad que en meses anteriores; en una tarde ociosa de sofá decidí invertir mejor el tiempo masturbándome. Nada fuera de lo común, no había una excitación previa, ni siquiera deseo, pero eso nunca había sido un problema para disfrutar del autoerotismo, ni de un buen (o al menos más que aceptable) orgasmo.
Tardé bastante en alcanzar ese punto de no retorno, y cuando ya sentía (por decirlo así) la montaña rusa subir para liberar el orgasmo en la caída, llegué arriba y me quedé igual. Sí, había tenido un orgasmo, no es que se me cayera y no lo encontrara, es que fue tan sumamente discreto que apenas me enteré.
Lo achaqué al cansancio, a que no era un día especialmente bueno, a la postura extraña, a la premura en buscar el orgasmo, a la sensación de que si tardaba alguien llegaría a casa y me pillaría o tendría que parar abrúptamente (ambas cosas me estropearían el clímax)…
La crisis
Pero, algunos días después, echando mano del mejor somnífero que conozco (la masturbación), me encontré de nuevo en la misma situación. Esta vez estaba en mi cama, la casa dormía, no hice ruido, estaba cómoda, había trabajado mucho más la excitación… Pero me quedé igual que el día aquel en el sofá. Y seguí, porque oye, igual es que se me había dormido el clítoris o estaba de vacaciones, pero el siguiente orgasmo tardó unos segundos en llegar, solo que de la misma deleznable intensidad.
Y como una es hipocondríaca de nacimiento, empecé a darle vueltas a la cabeza pensando en dónde se había ido la intensidad habitual de mis estallidos orgásmicos, si volvería a sentirlos como antes, si me pasaba algo, si es que me había acostumbrado tanto a los vibradores que mis dedos no bastaban para darme el habitual placer, si tendría que ir a terapia, si… Así soy yo, siempre anticipándome y proyectando un par de casos aislados como un gran problema que afectaría, no sólo a mi vida sexual personal, sino a la profesional. Porque cuando te dedicas a lo que yo, la genitalidad entra en juego en el desarrollo de la actividad, y cualquier cosa que pase por la zona (vulva, vagina, clítoris, ano, hasta el interior de los muslos…), se plantea como una barrera que puede impedir la diligencia del trabajo.
Frustración
Pasé unas semanas sin masturbarme, ni por ocio ni por trabajo, y más por miedo a que volviera a pasar que por falta de ganas. Era entonces Schrödinger quien gestionaba el tema, pues mientras no me expusiera a la masturbación y al orgasmo, convivían el problema y la ausencia de éste. Tenía y no tenía menos sensibilidad, estaba y no estaba con gran ansiedad… Pero lo que ocurre con eso es que, muchas veces, al no querer mirar a los ojos al supuesto problema, nunca sabes si realmente existe o no tal problema. Y pudiendo tener solución, menos motivos para huir de ello.
Tomé, por fin, la decisión de enfrentarme a ello. Que tampoco está bien que yo promueva una idea o una mentalidad, y luego no sea capaz de ponerla en práctica. Decidí «abrir la caja» y comprobar si el gato (o el orgasmo más bien) estaba vivo o muerto. Me encontré con que estaba vivo, y volvía a mostrarse como me tenía acostumbrada. Por fin el orgasmo me hacía sentir la bajada de la montaña rusa, y volver a repetir a los pocos segundos.
Cambios
El ciclo cambió, y mi orgasmo volvió. Habitualmente, el orgasmo que enmudeció sólo lo hace por un pequeño espacio de tiempo. Pero también es cierto que, si preocupa que haya perdido la voz, o no termina de recuperarla, acudir a una persona especialista en sexología es la mejor opción. Y normalizar que no siempre las sensaciones son las mismas, y que como entes complejos que somos, no podemos compartimentar nuestro yo actual, y que lo que nos afecta en un área vital, lo hace en los demás.
Nadie está libre de vivir una experiencia que nos limite temporalmente a nivel sexual, ni siquiera quienes vivimos todo el día con el sexo en la boca y los dedos, porque podemos dedicarnos al mundo de la sexualidad, pero no nos hace menos susceptibles, ni menos humanos…
El orgasmo que enmudeció recuperó su voz.
Octavio dice
No profundizas en lo más mínimo en las causas para los cambios o ciclos en el deseo sexual. Eso serviría más que contar una mediocre historia sobre cómo no podías sentir un orgasmo explosivo y luego ya pudiste. Lo único que se obtiene de tu texto es «a veces se tienen ganas y a veces no». De qué mierda sirve eso a quien lo lee?
Gwen dice
Primero, no me corresponde a mí hablar sobre las causas psicológicas de «cambios o ciclos» en el deseo sexual, para eso hay sexólogas especializadas en ello. Segundo, cuento mi experiencia, como hago en todo el contenido de mi web, eso puede, en ocasiones, ayudar a otras personas, pero mi tarea no es servir de oráculo para adivinar los problemas de nadie; y si alguien tiene realmente un problema al respecto, debería contactar con una especialista en sexología, no leer mi web. Tercero, si esa es la moraleja que te ha dejado el artículo, el problema es tuyo. Cuarto, lo creas o no, mis artículos y que hable sobre sexualidad, la mía en particular, sin tabús, ayuda a muchas personas que están en la misma situación y por vergüenza, miedo o cualquier otro motivo no buscan ayuda o se frustran. Si no es tu caso, es una pena, pero si esperabas leer un artículo científico te equivocaste de sitio. Quinto, ¿de qué «mierda» sirven comentarios tan mierda como este tuyo? Ya te lo adelanto, de nada.