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Mamá, no leas

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Derecho al placer

5 de abril de 2017 Por Gwen 6 comentarios

   Tiempo de lectura 2 minutos

Durante muchos años, más de los que me gustaría reconocer, relegué mi disfrute en el sexo a un quinto plano. Antepuse el disfrute de la otra persona, antepuse también mis inseguridades, mis miedos, y la arcaica regla de que todo acaba cuando él acaba.

Me costó años atreverme a reclamar lo que era mío, el derecho al placer en el sexo. Pero de verdad, no esa sensación de ‘ay, qué bien que quiere acostarse conmigo y parece que lo pasa bien‘, sino la de ‘joder, qué bueno ha sido el sexo‘, sin importar si me hubiese corrido o no.

La educación -o la falta de ella- siempre ha sido una parte determinante sobre cómo vemos nuestro entorno, y en el terreno sexual no es menos. La información que recibimos desde niños se centra en la reproducción, visto de forma que es el único fin ‘apto’ para el sexo, todo lo demás cae en un agujero de ignorancia; leyendas, anécdotas de otras personas, películas y demás material no formativo se convierte en nuestra base educativa en temas de sexualidad, y lamentablemente es un lastre que parece que no sabemos abandonar.

Y si la educación sexual, desde el punto de vista más físico, es constatadamente insuficiente, mejor ni hablar del aspecto afectivo. En ninguna de esas clases en las que nos hablaban de la biología del aparato reproductor, ni en las que aprendíamos a poner un condón sobre un plátano se habló nunca del respeto a los demás y a uno mismo, de saber decir NO cuando no se desea hacer algo, de la importancia de no valorar la autoestima en lo que otros puedan pensar, de que no tiene que gustarnos necesariamente lo que a los demás, de no hacer cosas con las que no estamos a gusto sólo por hacer lo que se espera de nosotros, ni de la variedad de prácticas sexuales, del derecho al placer…

Crecimos aprendiendo cómo se hacían los bebés, y cómo evitar tener un bebé o una ETS pero, ¿y lo demás? Se huye de una educación sexual más abierta y explicativa porque se teme que se incitará a un temprano despertar sexual, y aunque los estudios confirmen los contrario -cuanta más educación e información, menos premura a la hora de lanzarse a la experimentación sexual-, seguimos usando el ‘tapar y esconder‘ para salir del paso cuando el sexo sale a relucir con niños o adolescentes. No hablando de sexualidad o tachándolo de algo prohibido les metemos el miedo y la curiosidad en el cuerpo, quizá tanta como tengamos nosotros mismos, y creamos pequeñas réplicas humanas con los mismos errores de los que pecamos.

Queramos o no, nuestra sexualidad es una parte realmente importante en la vida, somos seres sexuados -seamos más, menos o nada activos-, y deberíamos educar(nos) en consonancia. Normalizar esa parte que tanto tabú sigue soportando y ayudar a cimentar las bases de una sexualidad sana en todos los sentidos.

Puede que educando, hablando, explicando, informando y compartiendo, aprendamos más sobre qué significa la sexualidad para nosotros. Puede que gracias a ello deje de haber tanta gente que no disfrute de su derecho al placer.

Pero sin duda creo que es importante, junto a toda esa información sexual, enseñar a hacerse escuchar, a forjar una autoestima y seguridad en uno mismo al menos lo suficientemente fuerte como para decir ‘basta’ cuando algo no nos gusta, para dar indicaciones cuando la otra persona está perdida, para pedir cuando queremos probar algo, para masturbarnos mientras estamos con otra persona porque sabemos perfectamente cómo tocarnos, o para levantarse e irse cuando no queremos más de lo que nos dan.

Y eso no debe quedarse en los niños o adolescentes. Todos y cada uno de nosotros deberíamos aprender a perderle el miedo a preguntar nuestras dudas, a probar artículos sexuales (juguetes eróticos, lencería…), a experimentar, a fantasear, a hacernos valer y apartarnos de lo que no queremos, a hacer nuestra sexualidad verdaderamente nuestra, y a disfrutar nuestro derecho al placer…

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Publicado en: Reflexiones Etiquetado como: Colaboración, Derechos, Hablando de..., Reflexión

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Comentarios

  1. Misthyka Elemental dice

    5 de abril de 2017 a las 23:44

    Señores… de pie… y aplausos.
    Hacia tiempo que no leía algo tan bien dicho.

    Un placer haber llegado hasta aquí… con permiso, me quedo.

    Responder
    • Mamá, no leas dice

      6 de abril de 2017 a las 18:50

      Jo, muchas gracias, me encanta que te haya gustado tanto.

      Estás en tu casa, siempre es genial tener 'caras' nuevas por aquí. Besotes.

      Responder
  2. Mary Asexora dice

    11 de abril de 2017 a las 21:24

    BRA-VO! Pero que bien te explicas chiquilla. No lo has podido dejar más claro.
    Besicos

    Responder
    • Mamá, no leas dice

      12 de abril de 2017 a las 13:49

      Gracias amor :*

      Responder
  3. Fenix Darte dice

    11 de abril de 2017 a las 21:44

    Palabras que se agradece, deseo que sean compartidas para que germinen, crezcan y se expandan. Cada vez se habla más de sexo, pero de sexo desde una visión más humana, más realista, más práctica, y por supuesto, más natural. Es inevitable que la madurez sexual acabe llegando, y con ésta un paso imprescindible hacia el autoconocimiento de la humanidad, como bien reflejas en tus palabras.
    Gracias por el artículo! 🙂

    Responder
    • Mamá, no leas dice

      12 de abril de 2017 a las 13:50

      Gracias a ti por pasarte y por tus palabras. Espero verte de nuevo por aquí. Besotes.

      Responder

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Hola, soy Gwen

Soy divulgadora sexual, sextoy reviewer, sex coach, escritora, correctora, editora y lo que haga falta. Apasionada del mundo de la sexualidad, escribo sobre productos eróticos, curiosidades y reflexiono sobre sexo, feminismo, trabajo sexual y libertad. Masoquista emocional. El humor no es una opción, es una necesidad. ¿Te cuento más?

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