Evitar ser bocazas en la cama es bastante sencillo, pero hay personas a las que les cuesta la empatía y preguntan o comentan cualquier cosa sin importar lo que se esté haciendo, o cómo. Y no, hay cosas que no se deben decir cuando tienes el culo al aire y una postura propia de un gato epiléptico.
Lo siento, en esto no nos libramos ni tú ni yo, porque seguro que en algún momento nos ha podido la curiosidad, o ese comentario mordaz, y hemos tenido que soltarlo sin importarnos las consecuencias. Eso debe cambiar…
QUÉ ES SER BOCAZAS EN LA CAMA
Ser bocazas en la cama es hacer comentarios —la comunicación no verbal también cuenta— fuera de lugar. Pero también comentar cosas que ayudan muy poco a que el encuentro fluya debidamente. Te encuentras con una persona desnuda, o en proceso; es una posición vulnerable, quizás los comentarios sobre su físico, si no es para decir algo bonito, los puedas guardar para ti.
Esa persona ha confiado en ti, lo suficiente para ir a la cama —o cualquier otro lugar— contigo. No cuesta tanto hacer que se sienta a gusto. Obviamente hay gustos de toda clase, pero si has acabado en esa situación con esa persona, existe una atracción física. Estas en tu derecho de cambiar de opinión en cualquier momento, pero no tienes porque hacer sentir mal a alguien por ello. Si su cuerpo desnudo no es como esperabas, y no te sientes capaz de continuar, dilo. La comunicación es clave, y la sinceridad es primordial, pero a veces una mentira piadosa es más humana que el sincericidio. Un «perdona, no quiero seguir» os vendrá mejor que un «no me gustan tus tetas», «es que la tienes torcida» o «no soporto ver tu culo».
Aun con la determinación de querer continuar, hay preguntas que tampoco deben tener lugar. En plena fogosidad, un mal comentario puede extinguir hasta las chispas más candentes. Preguntar por cicatrices o marcas, hacer alusión a la celulitis, los rollitos, el vello corporal o el tamaño de los atributos, a menos que sea algo positivo y sepamos seguro que va a recibirse de buen grado, es mejor no hablar. Ya tendrás tiempo después para saciar tu curiosidad, o al menos intentarlo. Siempre respetando si la otra persona no quiere hablar de ello.
COMUNICARTE NO TE HACE BOCAZAS
La comunicación es muy importante en cualquier relación, aunque ésta vaya a ser de 15 minutos. Es adecuado, e incluso aconsejable, que indiques qué te gusta y cómo. E incluso que digas lo que te gustaría hacerle a la otra persona, que describas alguna situación excitante y ver cómo se recibe.
Comunicarse es también decir si algo de lo que está pasando no te gusta, si lo quieres de otra manera, o si quieres cambiar o parar lo que estéis haciendo. Y no hay motivo para enfadarse por ello. El sexo compartido debe ser deseado y consensuado; si deja de serlo en todos los niveles, sal de ahí.
Pedir que vaya más rápido, que te dé un azote, que no te tire del pelo o que te diga guarradas, es comunicación.
Comentar que tus tetas/vulva/pene/testículos/culo/lo que sea no cumplen las características que le gustan habitualmente, criticar de manera destructiva una técnica o acallar tus sentimientos, es ser bocazas.
CÓMO EVITAR SERLO
En cuanto a los comentarios sobre el físico, calla a menos que vayas a decir algo bonito o excitante. Cada persona tiene sus mochilas, y no siempre sabemos si un halago puede ser bien recibido o acentuar una inseguridad. En un primer encuentro tira hacia lo seguro; más adelante, cuando os conozcáis mejor, podrás atinar más con un piropo «arriesgado», como los que resaltan la belleza de lo que percibimos como defectos.
Puedes tener curiosidad, pero sin olvidar la educación y que la gente no está obligada a responder a tus preguntas si las considera impertinentes. Y, sin duda, mientras estáis en plena acción, no es el momento. Después, cuando dediquéis unos minutos de aftercare —y me da igual si estáis saliendo o si os habéis conocido hace 20 minutos, el aftercare importa—, con educación, plantea lo que quieras saber.
No seas como aquel que me preguntó, mientras estaba dentro de mí, por qué tenía bultitos en los pezones. Los «bultitos» eran las glándulas de Montgomery, y no son algo extraño precisamente, pero su desconocimiento, la forma de plantear la pregunta, y el momento elegido me resultó incómodo.
Tampoco seas como quien, en pleno apogeo sexual, me dijo «me gustan las tetas grandes, pero las tuyas no están mal». Si bien es cierto que no se me han dado muchos casos como estos, sobran todos ellos. Es como si yo le mirara la polla y dijera «me gustan más gordas, pero me apañaré con esto». Jamás lo dije, pero no por falta de ganas de callar bocazas. Una cosa es la curiosidad, que puede esperar a cuando la cosa esté en calma; y otra muy diferente es la impertinencia, que es mejor aguantarse.
Si los comentarios son sobre cómo se mueve, las técnicas que emplea, cómo gime o qué cosas le gustan, puedes comunicarlo mientras sucede. Siempre con tacto y de manera constructiva. Decir «más lento y fuerte», por ejemplo, en lugar de limitarte a «así no me gusta/lo haces mal». Esa persona no vive en tu cabeza, necesita orientación, y en común precisáis de un poco de rodaje para conoceros y saber cómo manejaros mutuamente. Paciencia, asertividad y escucha activa.
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