Entre todos los productos que he probado a lo largo de los años, sin duda hay 3 juguetes eróticos que odié probar. Aun con la mente abierta, e intentando sacar lo mejor de cada experiencia, hay veces que no hay por dónde cogerlo y es mejor olvidar; si puedes.
POR ESTADÍSTICA, ES LÓGICO QUE ODIE PROBAR ALGÚN PRODUCTO
A lo largo de mi carrera han llegado a mis manos un gran número de productos. Y sí, es normal que no todos me gusten, e incluso que deteste alguno y me plantee en qué cabezas sonaba bien esa idea. Hay juguetes que no entra en mis planes testear, ya sea por baja calidad de sus materiales, por un diseño peligroso o que intuyo molesto, por venir de una marca en la que no confío en absoluto, o porque no entre dentro de la horquilla de mis gustos o lo que me plantearía probar al menos una vez. No me verás, por ejemplo, haciendo una review de juguetes enfocados al fisting, de productos de materiales cuestionables o de enormes percutores que tienen más potencia que un taladro profesional.
He probado algunos juguetes que no resultaron ser tan buenos como imaginé, o como me hizo pensar su ficha técnica. Productos que me desilusionaron, en gran medida por mis propias expectativas hacia ellos. Aun así, siempre soy capaz de darle una vuelta de tuerca y encontrar algo positivo que decir de ellos, creando una review honesta que pueda hacer encontrar su público a un juguete que a mí no me ha enamorado o simplemente agradado.
SIEMPRE HAY ALGO BUENO, ¿INCLUSO CUANDO LO ODIÉ PROBAR?
Sin embargo, hay veces —muy pocas, por suerte— que cuesta muchísimo lograr encontrar algo positivo que decir, o que me es imposible hacerlo. Los productos que odié probar estaban dentro de mi arco de acción, y no pensé que formarían parte de una colección del terror. Eran juguetes sencillos, de cierta calidad, y jamás se me pasó por la cabeza que resultaría tan incómodo, extraño o incluso doloroso probarlos.
Intento que cada review aporte información de utilidad, y que hable tanto de aspectos positivos como negativos del producto. Aunque el producto me encante, creo que es bueno encontrarle al menos un punto negativo, aunque algunas veces sea difícil. Eso le aporta autenticidad a la opinión, y también un espíritu crítico que abre la puerta a la mejora.
En cambio, con algunos productos —muy pocos, por suerte— ha sido directamente imposible aportar algo de luz, o he tenido que echarle mucha imaginación para dar con un resultado de review que no pudiera resumirse en «tremenda mierda es esta».
GUANTE VIBRADOR FUKUOKU
La idea de tener un guante con vibración para dar(se) masajes me pareció una idea interesante. Puede resultar incómodo en ocasiones tener que sujetar un juguete mientras se mueven las manos por el cuerpo, o no quieres perder la conexión de hacer el masaje con las propias manos. La sensibilidad, obviamente, no es la misma con un juguete que con tus propias manos. Sabes la presión que estás ejerciendo, te es más fácil detectar movimientos y me resulta más cercano.
Ahora, el guante de Fukuoku se parece más a un experimento de ciencias de instituto hecho en el garaje que a un utensilio de placer. Es, llanamente, un guante al que se le han acoplado unos motorcillos —bien voluminosos— con la vibración en cada dedo del guante, que se unen a una petaca (donde residen las pilas) ubicada en la muñeca. La idea del contacto directo con las manos resultaría más realista si dieras el masaje con un codo.
Probablemente este catastrófico producto parta de una primera idea que sonaba muy bien, pero falló en su ejecución. A día de hoy, creo, podría hacerse una versión muchísimo más decente, que no pareciera que vistes un guante incómodo, poco sensitivo y de eficacia limitada. Si me dan a elegir, prefiero el juguete restregado por el cuerpo que este guante carente de practicidad. Vaya, que preferiría cambiar el juguete por un pisapapeles antes de someterme otra vez al guante vibrador.
VIBRADOR DESPERTADOR WAKE-UP VIBE
Me pareció realmente interesante tener un despertador que pueda hacerte empezar el día dándote placer. ¿Quién no querría eso? Está claro que no es habitual —ni factible— pactar con tu pareja que te despierte cada mañana masturbándote, especialmente si no tienes pareja que lo haga. Así que Wake-Up Vibe pintaba muy bien en mi mente. La pena es que todo paso sólo ahí, en mi mente.
El aparato tiene una forma diseñada para reposar en la vulva, de manera que pasará la noche junto a ti y, a la hora de la alarma, comenzará a vibrar para darte una alegría. Esto igual funcionaría si durmieras como Nefertiti cuando se le acabó la suscripción a la vida, momificada. La primera cuestión es el tamaño. No es desproporcionado, pero no hay forma de adaptarlo a su sitio sin que se termine clavando en algún momento, porque blando, lo que se dice blando, no es en absoluto. Además, a poco que te muevas, aquello comenzará a viajar de tal manera que, si duermes sin ropa interior, igual te despierta vibrando en un pie.
Una de las peores noches de pruebas, de la mano de aquella vez que se me ocurrió dormir con los rulos. Resultó muy molesto, me tuvo en guardia la mitad de la noche, se me clavaba más de lo que debería y por la mañana no me ofreció nada del otro mundo.
EL REMATE
Como guinda a un producto que debería haberse quedado en la libreta de ideas, el material de Wake-Up Vibe deja bastante que desear a largo plazo. El ABS está correcto, pero el acabado en PU (poliuretano) que hace que sea tan sedoso y mate de primeras, convirtió con el tiempo el aparato en un objeto pegajoso y asqueroso que no querrías en tu cama, mucho menos cerca de tus genitales.
VIBRADOR O’VENUS ADRIEN LASTIC
He pensado mucho si incluir este producto a la lista, por eso de lo que lo diseño una compañera sexblogger hace ya algunos años. Mi problema es con el juguete, no con ella, y quiero que esto quede claro.
Se entendía como un juguete para una estimulación dual —clítoris y entrada de la vagina— que, por lo que entiendo, atiende a sus gustos personales. Partiendo de que cada cuerpo es un mundo, y lo que a mí me gusta no tiene por qué gustarte a ti, quise creer —prejuicios que tuvo una— que al ser diseñado por una profesional, sería un producto muy interesante de probar. Cuando una tienda me ofreció probarlo, no puse inconvenientes. De haber sabido lo que me encontraría, lo hubiera rechazado; ha sido el peor juguete que he probado nunca.
El juguete no se adaptaba a mi cuerpo, en absoluto. Era rígido, con una forma muy cerrada que no permitía acoplarse a mis formas. Colocado de una manera, dolía en un sitio, colocado de otra, pellizcaba en otro. La prueba fue tan catastrófica que estuve a punto de quemar el motor del juguete intentando lograr algo más que una sesión de BDSM involuntario. De hecho, el O’Venus se terminó apagando, con el motor a una temperatura que me pareció peligrosa. Y no sólo no alcancé orgasmo alguno, ni me quedé cerca, sino que acabé dolorida y temiendo que aquello explotara en la mesilla.
LA REVIEW MÁS DIFÍCIL
Fue tanto el desastre que me ofrecí a hacer la review de cualquier otro producto que ya tuviera en casa, sin coste añadido. Sin embargo, desde la tienda insistieron diciendo que era de los más vendidos de todo el catálogo. Con la review hice lo que puede, intentando sacar tantas cosas positivas como fue posible, que no fue fácil. Hice gala de toda mi habilidad como escritora para que esa review no fuera una reclamación por daños y perjuicios.
Tiempo después, hablando con una persona que trabajó para la marca, salió el tema de este juguete. Su cara fue un poema, y me reconoció que en España apenas se habían vendido unidades, pero que triunfaba en Estados Unidos. En el fondo sigo pensando que no es que el juguete fuera lo peor que una sexblogger podría diseñar, pues tenía su mercado, pero sin duda el concepto de juguete inclusivo no estaba en la mesa de diseño aquel día.
ODIÉ PROBAR UN JUGUETE ERÓTICO, ¿Y QUÉ?
Supongo que la enseñanza básica de esto es que odiar probar un juguete erótico te hace apreciar todos aquellos que salieron bien, o al menos no salieron mal. Sinceramente, no creo que deba acabar con la vulva dolorida para apreciar un juguete que me dé un placer indescriptible; lo puedo apreciar igual sin haber tenido que dejar la vulva de baja laboral.
Quizá no importe nada, ni enseña nada en especial salvo que un juguete no tiene por qué ser bueno para todos los cuerpos, ni ser infalible por quién lo haya diseñado. Ya sabía de antes que no todos los juguetes son para todo el mundo, y es por eso que cuando me vienen con un «recomiéndame un juguete» necesite preguntar algunas cosas. No es cotilleo, no pretendo inmiscuirme en tu vida privada, pero si no sé qué te gusta, si prefieres determinado tipo de estimulación, o si quieres algo interno o externo, entre otras cosas, sería como meter la mano en el saco y que te llevaras a casa la funda rota de unas tijeras; inútil.
Si el que odié probar un juguete me ha demostrado algo es que equivocarse crea experiencia, y que el marketing de un producto alimenta tus expectativas de una manera que no siempre satisface.
Deja una respuesta